Le llaman “impuesto” para que no defendamos nuestro salario

nro. 5 / 13 feb 2017
#debate
¿Reforma impositiva o ataque al trabajo?
Por Enrique Gandolfo - Secretario adjunto CTA Bahía Blanca 

El gobierno de Macri intenta aprovechar el verano para mandar al descenso a los llamados "costos laborales". Un coro mediático-empresarial aplaude con fervor estas iniciativas destinadas a abaratar la mano de obra y a maximizar la tasa de ganancia de las patronales.

Lo que el capital llama costos laborales son nuestros salarios y nuestras condiciones de trabajo y vida. Es decir, son nuestros derechos para vivir dignamente.

La reforma laboral no es otra cosa que una arremetida para cargarse con las conquistas de nuestras luchas, con el argumento de hacer competitiva nuestra economía. La cantinela se repite país por país: los empresarios afirman que hay que reducir el costo laboral para competir con los empresarios del país vecino y así atraer inversiones. En cada economía nacional se avanza sobre el salario y los convenios colectivos y se intensifica la explotación.

En su cruzada se esmeran en buscar argumentos seductores. El nuevo ministro de Economía, Nicolás Dujovne, habla de bajar los impuestos al trabajo porque son "ridículos". Le llama impuestos a los aportes patronales para las jubilaciones, las obras sociales, las asignaciones familiares. Le llama impuestos a lo que en realidad es salario indirecto o diferido.

Suena bien a cierto sentido común, decir que quieren bajar los impuestos (al trabajo). Puede sonar atractivo. Lo que no pueden decir, porque quedaría muy mal, es que quieren bajar el salario. Por eso, llaman impuesto a una parte de nuestro salario y machacan sobre esa idea.

Debemos tenerlo en claro: la campaña sobre los “costos laborales” es una campaña orquestada contra todos los que vivimos de nuestro trabajo.

¿Que son los aportes jubilatorios? ¿Un impuesto? No, es una parte del salario que acordamos cobrarlo al final de nuestra vida laboral. ¿Que son los aportes a las obras sociales? ¿Un impuesto? No, es el precio de las atenciones médicas que debemos recibir para estar sanos y seguir siendo capaces de cumplir con nuestros trabajos. Fue la lucha histórica del movimiento obrero la que consiguió estos derechos, que brindan mayor seguridad de vida a la clase trabajadora. Si no podemos trabajar por enfermedad, invalidez, vejez o porque nos despiden, nos hundimos en el abismo de la miseria.

La llamada seguridad social vino a poner límites a estos padecimientos. Por eso, el precio de la fuerza de trabajo, el salario bruto que cobramos, es la suma del dinero que percibimos “en mano” -salario directo- y la que no nos llevamos porque se acumulará para nuestra jubilación –salario diferido-. Ambos debemos defenderlos como partes de nuestros salarios. Ellos los llaman impuestos, para que no los defendamos.

Hay que hacer memoria: los aportes patronales fueron rebajados en los años 90 del siglo pasado por Menem y Cavallo y nunca fueron restituidos. Curiosamente con los mismos argumentos que hoy repite Dujovne: así se favorecería el empleo en blanco. ¿El resultado fue el aumento del empleo? ¡Al contrario! Argentina alcanzó la desocupación más alta de su historia.

La flexibilización laboral no es una respuesta para superar la crisis sino una trampa para utilizarla en favor de los responsables de haberla generado: los dueños del poder económico nacional y extranjero. ¿Quiénes, sino ellos, pueden hablar de bajar costos laborales como solución económica, cuando la mitad de la clase trabajadora (8 millones de hombres y mujeres) gana menos de 8 mil pesos, según cifras del INDEC?

La dirigencia sindical en tanto, mira para otro lado o solo verbaliza algún disgusto. Es cómplice por acción u omisión de un ataque en regla contra la clase a la que dicen representar. Agustín Tosco decía que a la injusticia se la enfrenta cuando se la padece y también cuando se la comprende.

Para enfrentar este ataque, debemos hacerlo con los métodos que son propios de la clase trabajadora: la democracia y el protagonismo para tomar desde abajo las mejores decisiones y defender nuestros derechos. Un plan de lucha contra la reforma laboral basado en estos cimientos solo puede provenir de quienes día a día padecemos y nos indignamos frente a tanta mentira, organizada para defender los privilegios de pocos.