6A: de garrotes y canapés

Jueves 6 de abril. Se realizó el primer paro general durante el gobierno de Cambiemos. Convocado por la Confederación General Trabajo (CGT), las dos versiones de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) y la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).

En nuestro sector, el de la economía popular, parar implica una decisión difícil: al no tener un sueldo fijo a fin de mes, perder un día de trabajo es perder nuestro ingreso de ese día. Pese a eso, nuestros compañeros, empujados por la necesidad y la miseria cada vez mayor que causan las medidas tomadas por el macrismo, fueron los primeros en querer salir a la calle.

El año pasado encabezamos las primeras movilizaciones contra un modelo excluyente que cada vez arroja a más trabajadores a la informalidad. A medida que se profundiza ese rumbo, aparece cada vez más el otro componente necesario de cualquier modelo de exclusión: detenciones arbitrarias a militantes populares, ataques a comedores, represión a manifestantes.

A su vez, los sindicatos que cumplen con su tarea (defender a sus afiliados) sufren persecución jurídica. No es un acto inocente. Al gobierno no le preocupan los malos dirigentes sindicales, sus desmanejos o irregularidades. No buscan terminar con la corrupción que haya en los gremios. Lo que quieren es debilitar a los sindicatos como instrumento para defender los derechos de la clase trabajadora. Necesitan sindicatos débiles para cerrar paritarias que pierdan 10 puntos respecto a la inflación, y así bajar lo que ellos llaman “costos laborales”. Bajarnos los sueldos, para mejorar la ganancia empresaria.

Dos imágenes signaron el día y resumen el modelo: de un lado, una avenida General Paz militarizada para evitar cortes; del otro, el presidente Macri encerrado en un hotel de lujo junto al poder económico mundial. Canapés para algunos y palos para el resto.